Escribe: Néstor Roque Solís (*)
Hoy en día con la globalización se vienen rompiendo muchos esquemas y paradigmas tradicionales muy propios de la cultura occidental, principalmente de EE.UU., en relación con la cultura oriental de los países del sudeste asiático liderados por Japón y China. La adquisición de empresas por ambos lados, ha introducido cambios en el comportamiento de la gestión de los negocios.
Los componentes objetivos y subjetivos del llamado Milagro Japonés después de la Segunda Guerra Mundial, tuvieron un gran impacto y lo convirtieron en líder de la economía mundial, con rasgos disímiles en la gestión de sus negocios en relación con la economía occidental.
Hoy en día son pocas las diferencias; el postulado del empleo de por vida o teoría Z, hoy se ha cambiado por el trabajo por resultados. La renovación en los órganos de dirección por ejecutivos jóvenes, la introducción muy rigurosa de los sistemas de control de la calidad se ha profundizado en ambas culturas.
Desde el año 1951 se impuso en la producción nipona el control estadístico de la calidad, introduciéndose anualmente el Premio Edward Deming. Igual se hace en los EE.UU., y en muchos otros países desarrollados y en vías de desarrollo que quieren mejorar la productividad y calidad de sus productos y la gestión de sus empresas.
Lo que distingue y diferencia todavía a las empresas del Sol Naciente, son algunos de los componentes subjetivos como su profundo nacionalismo, la ética del trabajo y el deseo ilimitado de sus estudiantes y trabajadores por aprender. Los Tigres del Asia y sus seguidores, grandes y pequeños países del sudeste asiático, tienen mística por el aprendizaje, por el trabajo y por hacer negocios. Dentro y fuera de sus países son verdaderos oráculos en el comercio; cuando usted vea algún chinito por algún país latinoamericano es seguro que tiene su propio negocio, es raro encontrarlo como trabajador dependiente en una empresa.
Esto no quiere decir que no sean grandes productores; mire los artefactos, equipos y enseres que tiene usted en su casa, mire lo que tiene alrededor de su oficina, observe los vehículos que circulan por las ciudades, observe el reloj que se pone todos los días en la muñeca de su mano. Todas, casi todas, son marcas japonesas, coreanas, taiwanesas y chinas. ¿Por qué tanta creatividad? ¿Por qué tanta innovación? ¿Por qué tanta fantasía? ¿Por qué tan baratos los productos chinos? No es raro ver en el mercado una camisa al precio de diez soles, cinco pares de calcetines por el mismo precio; cuando en el Perú, eso es lo que se paga por mano de obra en la fabricación de estos artículos.
La tradición artística de los japoneses y chinos por trabajar y pintar en miniaturas es asombrosa. Existen grabadoras, computadoras, celulares, radios y televisores electrónicos en miniaturas. Son capaces de pintar y tallar un zoológico o un paisaje en un botón diminuto, lo que ellos llaman el inro y el netsuke. Esa cultura, es inigualable. Ellos no tienen uno o dos Silicon Valley para la innovación y la creatividad. En Japón, cada centro educativo es un Silicon Valley. En cada escuela, colegio o centro tecnológico se descompone, arma y desarma equipos sofisticados y se incentiva y premia a los miles y millones de niños y jóvenes, que sin egoísmos concentran sus energías en intercambiar experiencias, discuten y ofrecen alternativas.
EL SUELO NO ES PAREJO PARA TODOS
En la sociedad del conocimiento no hay secretos, las nuevas ideas no se guardan para mañana, la tarea es avanzar rápido, sacar ventajas e imponer que el proyecto de la mejora se realice sin contratiempos. Cuando usted esté leyendo pacientemente este articulo, no se imagina cuántas cosas impredecibles estarán haciendo los genios y talentos en cada de los países, que nosotros solamente nos dedicamos a observar lo que nos muestran cada día los medios de comunicación en el mercado global.
Frente al nuevo milagro chino que cada día se hacen dueño del mundo, un empresario me dijo: «Profesor ¿Por qué no paran ya el ingreso de tantos productos chinos? ¿Por qué no les suben los aranceles a estos señores?» Simplemente tuve que decirle la verdad, que no se puede parar su ingreso, menos se le pueden aumentar los aranceles, al contrario éstos cada día se van a ir reduciendo poco a poco, ese es el camino. Ya no se puede volver al pasado de mantener un mercado y una economía de fronteras cerradas.
Pero también es cierto que los países líderes y paladines del libre mercado, unos más que otros imponen parámetros regulatorios extra arancelarios con el control sanitario, cupos, salvaguardas y otras políticas de control, para que no vulneren a sus propias empresas de origen. Es el caso de Inglaterra que impuso en su mercado solamente el uso de ordenadores nacionales, de igual manera Francia ha prohibido desde el año 1982 el ingreso de videos japoneses. EEUU igual protección hace con su producción agrícola. Según un estudio del Banco Mundial se estima que aproximadamente el proteccionismo de los países desarrollados les cuesta a los países pobres alrededor del doble de lo que reciben en forma de ayuda para su desarrollo.
Es conocida la prohibición muy sutil aplicando el dumping o dejando caer dos gotitas de pesticida en una fruta para cerrar la entrada de un producto. Pero cuando un producto tiene calidad, precio y beneficio para los clientes, no hay barreras que paren su competitividad en el mercado. Al final entran a las buenas o a las malas, vía las zonas francas, espacios libres para el comercio internacional o simplemente comerciando ilegalmente bajo el techo y la corrupción del contrabando. Al respecto escribe Peter Drucker: «La protección ya no protege, al margen de lo alto que sean los derechos aduaneros o lo bajos que sean los cupos de importación. No obstante, es muy probable que en las próximas décadas enfrentemos una oleada proteccionista en el mundo. Puesto que la primera reacción ante un período de turbulencia es tratar de levantar una pared que proteja nuestro jardín de los fríos vientos del exterior. Lo que no se desempeña a la altura de las pautas mundiales ya no protege a las instituciones, y en especial a las empresas. Sólo las hace más vulnerables».
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Consultor empresarial